
Buen número de historiadores consideran que la ciudad de Santander tiene su origen en el Portus Victoriae
Iuliobrigensium de época romana. De hecho, la primera referencia a la actual ciudad aparece en el año 26 a. C.
cuando, en el curso de las Guerras Cántabras contra Roma, el emperador Augusto decidió dejar constancia de su
voluntad de victoria sobre los cántabros en un puerto denominado Portus Victoriae (Puerto de la Victoria).
A partir de la desmembración del Imperio Romano las noticias de lo que pudo suceder en Santander son muy escasas.
Con la conquista musulmana se produjo la llegada al norte de gentes procedentes de la meseta que venían huyendo
de los árabes y es, en ese momento, cuando se empie2za a producir en Cantabria la fundación de monasterios, la
traída de reliquias y la influencia de la cultura y el arte visigóticos. En este contexto es en el que se sitúa
tradicionalmente el origen del asentamiento urbano y portuario de Santander, cuando, hacia el siglo VIII, los
hispano-romano-visigodos llegaron aquí, refugiándose de los musulmanes, y trayendo consigo los restos de los
santos Emeterio y Celedonio. Las reliquias quedarían depositadas, en un principio, en las ruinas de unas termas
romanas, para erigir, posteriormente, la primera de una serie de iglesias que culminarían en lo que hoy es la
Catedral de Santander. Este hecho va a tener especial importancia en el nombre de la futura ciudad ya que el
martirio de los dos santos en Calahorra, durante las persecuciones de Diocleciano, crea la leyenda cristiana
de que las cabezas de ambos mártires llegaron a la bahía santanderina en una barca. El nombre de Santander
sería la derivación lingüística del nombre latino Sancti Emeterii que al pasar a latín vulgar derivó a Sant
Emeter y después al actual Santander. Hoy día ambos santos son patronos de la ciudad y están reflejados en el
escudo de la misma.
Santander se constituyó como villa de abadengo y en el siglo XII le fue concedido fuero por Alfonso VIII,
el cual, entre otros privilegios, le permitía comerciar con ciertos productos básicos y le dispensaba de
ciertas tasas aduaneras. A partir de entonces y hasta el siglo XVI, la villa va adquiriendo un importante
crecimiento comercial. Formaba parte de la Hermandad de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar junto a San
Vicente, Laredo y Castro Urdiales y de sus astilleros salieron los barcos que abastecían la flota del Reino
de Castilla. Una gesta importante que tuvo la marina santanderina, también reflejada en su escudo, fue la
toma de Sevilla. En esa empresa tuvo un papel importante el almirante Ramón Bonifaz quien con la proa de su
barco cortó las cadenas del puente de saucas que unía las dos orillas del Guadalquivir, liberando a la capital
hispalense.
En el siglo XIII, la villa de Santander se articulaba ya en torno a dos núcleos: la Puebla Vieja, en la que
sobresalían el castillo y la abadía-colegiata (zona actual de la Catedral y calle Alta), y la Puebla Nueva
(zona de las calles Santa Clara y San Francisco), ambas estaban unidas por un puente y entre ellas se situaría
el edificio de las Atarazanas. En esa época la actividad marítima y comercial de la villa de Santander era tan
intensa que su población se acercaba a los 2.000 habitantes, llegando a tener su máximo desarrollo económico
y demográfico a mediados del siglo XV, cuando se calcula que su población alcanzaba los 6.000 habitantes. Sin
embargo, en los últimos años de ese siglo Santander viviría una grave crisis provocada por la peste que llegó
a la villa a bordo de una Armada que venía de Flandes.Tendrían que pasar 200 años para volver a alcanzar una
población superior a los 5000 habitantes ya que a lo largo de toda la Edad Moderna la villa siguió sufriendo
una cadena de pestes.
En el siglo XVII el puerto santanderino entra en decadencia por el desvío del comercio castellano hacia la villa
de Bilbao, y no será hasta el siglo siguiente cuando Santander experimente una profunda transformación demográfica,
económica y administrativa. La apertura del “camino de Reinosa” en 1753 inicia un importante comercio de lanas y
harinas castellanas, sobre todo, a partir de 1765, cuando el puerto de Santander es habilitado para comerciar
con las colonias americanas. Paralelamente, la villa experimentará una transformación institucional, en 1754
es elegida sede de la reciente diócesis santanderina y al año siguiente, el rey FernandoVI le otorga el título
de ciudad. A partir de este momento Santander fue adquiriendo una condición preponderante sobre el resto del
espacio regional, adquiriendo, la capitalidad del territorio en 1801 con la creación de la Provincia Marítima
de Santander.
El siglo XIX es la época de la verdadera expansión urbana de Santander. Aunque en los primeros años de la
centuria la ciudad experimenta una crisis económica como consecuencia de la invasión napoleónica, de las
epidemias y de las crisis coloniales, el progreso continuó. El auge del comercio de harinas, procedentes de
Castilla, junto a la importación de productos coloniales favoreció el establecimiento de la vía férrea entre
Alar del Rey y Santander. El puerto de Santander fue aumentando su tráfico hasta el punto de que llegó a
llamársele “el Liverpool de España”. Las compañías navieras disponían de numerosos buques veleros y vapores
y había líneas regulares desde Santander con Bayona, Nantes, Londres y Liverpool, aparte de las habituales
con las Antillas españolas y del cabotaje nacional.
En 1893 tuvo lugar uno de los sucesos más dramáticos de la historia de la ciudad: la explosión en los muelles
del barco “Cabo Machichaco”, que provocó la muerte de 590 personas y unos 2000 heridos. El vapor vizcaíno
iba cargado con 51 toneladas de dinamita y en plenos trabajos de extinción estalló la carga, con lo que
también se incendiaron las calles inmediatas al puerto.
En el último tercio del siglo XIX la ciudad, al igual que otros puntos de Europa, comienza a configurarse
como un destino turístico y de ocio, coincidiendo con la promoción de los baños de ola gracias a sus propie2dades
terapéuticas. La aristocracia y la alta burguesía buscaban lugares saludables de descanso que les permitiesen,
al mismo tiempo, el contacto y la relación social. Pero el impulso definitivo al veraneo lo darían los monarcas,
que convirtieron Santander en la corte estival o veraniega, frecuentada por nobles, aristócratas, burgueses y
otros personajes ilustres. En 1861, la reina Isabel II decidió pasar unos días estivales en las playas de El
Sardinero y, en agradecimiento, el Ayuntamiento le ofreció unos terrenos para construir un palacio. Sin embargo,
fueron las repetidas estancias veraniegas de Alfonso XIII y de su esposaVictoria Eugenia, grandes admiradores de
la ciudad, las que convirtieron definitivamente a Santander en un selecto centro de veraneo. En 1908, la ciudad
le regaló al monarca los terrenos de la península de la Magdalena, dónde se construyó el palacio, cuyas obras
finalizaron en el año 1912. En pocos años la ciudad se transformó y se construyeron algunos de los edificios
más emblemáticos: el Gran Casino, el Hotel Real, el Hipódromo de Bellavista, además de chalets y hoteles de
familia.
Tras finalizar las penurias de la Guerra Civil, Santander tuvo que enfrentarse a otro desastre: el incendio del
año 1941. Se inició el 15 de febrero coincidiendo con un huracán de viento sur y destruyó la mayor parte de
la zona antigua de la capital. Ardieron 1.783 viviendas y desaparecieron 37 calles, así como 508 comercios,
hoteles, pensiones y bares. La reconstrucción que se hizo posteriormente siguió las directrices de la
arquitectura de posguerra, fusionando la herencia racionalista con el discurso tradicionalista de la
arquitectura oficial.
Durante los años sesenta, se vivió un despegue en el sector industrial, que favoreció tanto a Santander como al
resto de la provincia. En 1983 se constituía la Comunidad Autónoma de Cantabria con Santander como capital.
Fotografia Turiscan
Texto web ayuntamiento Santander